¿Y si no lo hago? El peso de guardar silencio
Cuando no hablamos… algo sí sucede
Hablar de Cristo no siempre es fácil. A veces da pena, miedo o simplemente sentimos que no es “el momento adecuado”. Muchos jóvenes piensan que es mejor mantenerse al margen, que su testimonio silencioso será suficiente o que ya habrá otra oportunidad.
Pero la Biblia enseña algo importante: callar no es neutral.
Cuando conocemos la verdad del evangelio y no la compartimos, estamos dejando pasar algo que Dios nos pidió hacer.
En Ezequiel 3:17-19, Dios le recuerda al profeta que su responsabilidad no era salvar a nadie, sino advertir. Si él callaba, Dios lo hacía responsable del silencio.
Ese mismo principio sigue vigente hoy.
Un cristiano es un atalaya
En la antigüedad, el atalaya era un vigilante colocado en una torre alta. Si veía peligro, sonaba la trompeta para alertar al pueblo.
Si la gente escuchaba, se salvaban.
Si ignoraban la advertencia, era su decisión.
Pero si el atalaya guardaba silencio… el daño recaía también sobre él.
Dios no te pide tocar una trompeta, pero sí te pide levantar tu voz con el mensaje del evangelio.
Somos los atalayas espirituales de esta generación.
La responsabilidad de hablar
Ezequiel 3 nos enseña tres verdades muy claras:
1. Dios nos ha puesto en un lugar específico
Tu escuela, tu familia, tus amigos… nada de eso es casualidad. Dios quiere usarte ahí.
2. Somos responsables de advertir, no de convencer
Dios no te pide resultados, solo obediencia.
Hablar es tu tarea.
La salvación es obra de Dios.
3. Si no advertimos, perdemos oportunidades eternas
Quizá otra persona sí comparta a Cristo con ellos más adelante… pero tú habrás perdido la bendición de ser usado por Dios.
¿Por qué nos quedamos callados?
Todos conocemos las excusas:
Miedo: “¿Y si se ríen de mí?”
Vergüenza: “No quiero parecer fanático.”
Incomodidad: “No quiero que la conversación se ponga rara.”
Distracción: “Estoy muy ocupado.”
Conformismo: “Otro cristiano lo hará.”
Pero la verdad es esta:
El silencio cómodo nunca ha ganado un alma.
¿Y si sí lo hago?
Hablar de Cristo puede cambiar vidas. Puede salvar eternidades.
Y también te transforma a ti:
Te hace crecer espiritualmente.
Te ayuda a perder el miedo.
Te da gozo al ver lo que Dios hace.
Te hace más consciente de tu propósito.
Te permite ser parte del plan de Dios para otros.
Cuando un joven comparte el evangelio, está diciendo:
“Señor, aquí estoy. Úsame.”
Aplicación práctica para esta semana
La mejor manera de vencer el silencio es dar un primer paso. Aquí tienes algunos:
Escribe el nombre de una persona que necesita escuchar el evangelio.
Ora por ella cada día esta semana.
Pídele a Dios valor para hablarle.
Pídele a un líder que vaya contigo la primera vez si te da nervio.
Lleva un folleto evangelístico contigo.
Preguntas para reflexionar:
¿Quién es la persona que Dios puso en mi corazón hoy?
¿Cuántas oportunidades he dejado pasar por callar?
¿Estoy dispuesto a obedecer, aunque me dé pena?
Conclusión
Callar puede sentirse más fácil, pero no es lo correcto.
Hablar puede sentirse difícil, pero es obediencia.
Dios te ha dado un mensaje que salva vidas eternas, y Él quiere que tú seas quien lo comparta. No esperes más. La oportunidad que no tomas hoy podría no repetirse mañana.
¿Vas a ser el joven que advierte… o el que calla?
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¿Y si no lo hago? Las consecuencias de callar